La historia y las humanas tensiones y conflictos
La Historia no puede ser solo un recurso discursivo. Debe necesariamente ser un saber de cada uno de nosotros, y para eso debe ser investigada y transformada en contenidos que todos puedan conocer y conservar en su memoria. Y de ser posible sentirse orgullosos. La Historia Nacional habla de cada uno de nosotros como parte de una sociedad que nos necesita. Se debe tener memoria y con ella construir Historia. Para conocerla, amarla y defenderla. Porque nadie ama lo que no conoce y nadie defiende lo que no ama.
Son tiempos en los que se precisa instalar un nueva cultura nacional pero esta no puede pensarse sin que la historia de la patria, tenga un lugar destacado, sobre todo para rescatar a los miles de hombres y de mujeres, que día a día construyen desde sus lugares a esta Argentina que todos amamos.
¡Precisamos saber Historia!
Hilda Noemí Agostino ( Realizó su Doctorado en Educación alcanzando el grado de Ph D (EE.UU.), Magíster en Gestión de
Proyectos Educativos (Argentina), obtuvo la Suficiencia Investigadora (Magíster) en Historia (España), se especializó en Evaluación de la Educación Superior (Cuba) y sus títulos de grado son Licenciada en Historia y Licenciada en Ciencias de la Educación. Es autora de numerosas publicaciones en Historia, en Educación y en Formación Docente. Ha obtenido becas y premios por investigaciones realizadas En el Área Metropolitana, dirige proyectos relacionados con la Historia Regional del Partido de La Matanza.
Universidad Nacional de La Matanza, Secretaría de Extensión Universitaria, Junta de Estudios Históricos de La Matanza, San Justo, Argentina.
( Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 3(2), 1-3.
ISSN 2545-8701
URL: http://antigua.unlam.edu.ar )
Categorías destructivas y categorías constructivas
En su “De la gramatología” Jaqués Derridá, filósofo francés de origen argelino, Propuso un método analítico al que denomino “deconstrucción”. Basado en conceptos filosóficos y semiológicos, propuso superar los limites que supone la estructura del lenguaje para poder crear interpretaciones diferentes ordenando y argumentando de forma distinta los elementos que surgen del análisis de las estructuras de las ideas del momento. El análisis deconstructivo parte del análisis estructuralista para trascender las conclusiones que de allí pudieren surgir creando nuevos marcos de interpretación. Sin embargo, las tendencias actuales que tienden al “relativismo absolutista” (Es decir a alimentar paradojas y contradicciones básicas de cualquier pensamiento racional, pero atribuyéndoles carácter de “verdad” o “posibilidad”. Lo que se denomina posverdad.), lo que hace del método deconstructivo una herramienta “ambigua” en la medida que se utiliza sencillamente para intentar establecer como “racional” las “paradojas” y “vicios cognitivos” a los que se enfrenta toda argumentación que intenta forzar las interpretaciones de la realidad a sus conclusiones previas, obviamente defendiendo privilegios y posiciones sociales que surgen, no de la razón, sino del mero ejercicio del poder que las desigualdades producen como diferencia para que unos puedan lo que otros no.
El axioma desde el cual inició este recorrido es sencillo. Si bien la realidad es susceptible de interpretaciones diferentes e incluso produciendo posicionamientos y resultados contradictorios y excluyentes entre si, no toda interpretación es “racional” por el mero hecho de ser “diferente” a las conocidas o probadas. Cuándo se excluye la racionalidad de un marco “probatorio” que se someta a los mínimos requisitos que importan a un pensamiento o esfuerzo por comprender y conocer de modo “científico” y no de mera “defensa” de posiciones personales o grupales o intereses de sectores o de posición social y ejercicio de poder que signan todos y cada uno de los sesgos cognitivos que producen pensamientos caóticos, poco afectos a cualquier ordenamiento que lo haga metodológicamente científico e intelectualmente honesto en relación a que se trata de conocer, aún y cuándo nunca se parte de cero conocimiento respecto del asunto que se analice o investigue.
Un análisis deconstructivo no asume paradojas como “verdades” y “posiciones dominantes” como fuentes de “racionalidad” o de “autoridad” o “experto” del área o especialidad de la que se trate. Muy por el contrario, este tipo de posicionamiento intelectual es decididamente irracional y mentiroso, en tanto no busca conocer sino afirmar que “la realidad” es lo que es como resultado de lo que debe ser en los “relatos” que así la justifican … dónde el poder aparece sin nombre como fuente de “racionalidad” y las “cosas” son lo que el poder dice que son, porque son así y la realidad prueba que son así. Convengamos que “poder” es precisamente el establecimiento de un orden desigual en la medida que establece relaciones donde el ejercicio de la posibilidad no se reparte de manera pareja entre todas las personas de cualquier categoría que se cree para analizar cualquier aspecto de la realidad humana o social. Esto por si solo coloca todo el relato neoliberal sustentado en el poder de los “propietarios” y en especial de los “propietarios” o “creadores de dinero”, como “sesgados” y “mentirosos”. Todo sesgo y mentira, sin embargo, es una deconstrucción de elementos que ordenados de otras formas y bajo pruebas racionales mas honestas, devuelven mucho pensamiento positivo y alimenta mucho análisis posible que explica el juego actual de las manipulaciones subjetivas y objetivas que operan en las sociedades actuales para sostener tan decidida y enfáticamente este período de decadencia civilizatoria encubierto en las “luminarias” de las formas instrumentales que las tecnologías nos proponen y que el poder financiero que las impulsa nos imponen.
El pensamiento racional se constituye a partir de categorías racionales que establecen sus nexos mediante argumentaciones y narrativas que proponen alguna explicación posible al funcionamiento y descripción de como se manifiesta ese funcionamiento en la realidad en la que estamos inmersos. La explicación de “lo real” establece los límites entre aquello que permanece sin cambios independientemente de las decisiones humanas, de aquello que es posible y pasible de modificación por la acción individual o colectiva de las personas que habitamos el planeta.
La historia y la identidad histórica que surge de algún nosotros que se encuentra en las experiencias e interpretaciones de lo que hicieron nuestros antepasados, supone un ejercicio de memoria (De la propia experiencia histórica y de la experiencia histórica de ese “nosotros” al que elegimos pertenecer) y un acto de amor, en la medida que se elija la posición ética y honrada de buscar conocimiento y no de imponer, por el mero hecho de obtener algún beneficio, interés o placer en que los demás acepten y actúen de acuerdo a nuestros relatos y explicaciones de como fueron los hechos que nos trajeron hasta aquí y no de manera mas equitativa en las relaciones menos desiguales que surgen de las relaciones amorosas que propiciaran las defensas de lo común por encima del propio interés individual, de grupo, clase o cualquier categoría identataria que pudiere surgir.
En estos procesos que son continuidades, en tanto la historia nunca empieza aquí y ahora (aunque el relato posverdadero pretenda convencernos de ello.), memoria, verdad y justicia constituyen pilares de cualquier deconstrucción/construcción que se intente.
Las categorías que utilicemos deberán deconstruir el lenguaje posverdadero actual, dónde la “relatividad absoluta”, surge como producto de la “deconstrucción” que el poder ha producido, destruyendo categorías conceptuales que surgen del conocimiento por otras que surgen de la justificación de una realidad producida por el ejercicio desigual de la posibilidad y la concentración en pocos de decisiones que afectan a muchos (poder).
Las mismas prácticas de investigación científica y de propuestas analíticas y racionales han caído en esta trampa toda ves que son “financiadas” por las mismas entidades y derivadas del mismo orden social y global que propone el ejercicio de poder como fuente de conocimiento. Si lo que es, es realidad, y lo que es realidad es verdad, falso será cualquier teoría que proponga transformar lo cierto en otra cosa. Este es el sencillo, mentiroso pero eficaz principio del que se vale el discurso neoliberal.
Sus categorías conceptuales “destructivas” ( Ni “deconstructivas”, ni “distintas”, ni “innovadoras”) apuntan a relativizar hasta su absoluto cualquier categoría que permita ser pensada en términos de posibilidad diferente a la que se establece en el actual diseño de desigualdades en el que vivimos. Es decir, el orden vigente es el único existente (cosa que es cierto), pero es el único posible y solo resta “adaptarse” y “resistir” o “competir”. Por lo tanto la guerra y el conflicto son insumos imprescindibles para sostener estas realidades tal cual son y reflejen la certeza de esas interpretaciones (Operando simbólicamente como relatos que colocan la carreta por delante del caballo, convenciéndonos que solo de este modo llegaremos a la ansiada vida feliz y comunidades felices a las que todos aspiramos: resultado, el caballo hará fuerza contra la carreta pero la carreta se desplazara de modos imperceptibles con el riesgo de romperse frente a la embestida del caballo o de que el caballo se dañe o muera en el esfuerzo vano de “empujar” por la fuerza y no “llevar hacia delante” siguiendo el menos esforzado intento por desplazarse sin resistencias y basado en el conocimiento de como funciona un carro.).
Las tensiones históricas
Estos escenarios no son nuevos aunque las luminarias tecnológicas, el avance de las comunicaciones, y el hecho de que hoy se puede saber lo que sucede en el planeta casi al mismo tiempo en que el hecho se produce, desde cualquier lugar otro en el que nos encontremos, no son diferentes a lo que ha venido ocurriendo con la humanidad a lo largo de su pasar por esta tierra. Por lo menos en cuanto a lo que hemos podido aprender y reproducir, captar y conocer respecto de la memoria ancestral y la historia. La ciencia nos ha aportado mucho dato e información que permite una variada gama de interpretaciones posibles pero que, si honestas y científicas, no atribuyen absolutos (Incluso a lo relativo de muchas posiciones e interpretaciones), ni “relativiza” aquello que ya ha sido probado o que explica “bien” un proceso o una realidad, en tanto distinga, que no hay allí, imposición o ejercicio de poder que modifique el resultado.
Lo paradójico e inaccesible para “lo humano” resulta del hecho que, en los armados argumentativos y axiomáticos de cualquier sistema de conocimiento, hay allí elementos impuestos. Que, sino surgieron de consensos racionales y acuerdos inteligentes y participativos, son resultado del ejercicio de poder. Es a esto a lo que apunta la propuesta análitica de Derridá, toda ves que permite, en la deconstrucción de las categorías conceptuales, determinar que conceptos son conocimiento o surgidos del conocimiento o de los acuerdos para establecer consensos respecto de lo que se desconoce o tiene que ver con decisiones y elecciones humanas, que no siempre están reguladas y sostenidas exclusivamente en la razón. Allí es dónde el amor o el temor aparecen como opciones irreductibles. O amamos y construimos identidades menos inequitativas y mas cognitivas y basadas en el cuidado mutuo, o, por temor, ejercemos el poder para asegurar la supremacía de lo propio por encima del “riesgo” que supone que “el otro” se imponga.
El camino que elijamos definirá cada una de nuestras decisiones en la vida. Ambas participan del caos que anida en cada quién y constituye la realidad paradojica en la que estamos inmersos, pero que algunos nos empeñamos en conocer y “deconstruir” para forjar conocimiento común y otros decididamente sostienen “categorizaciones destructivas” para imponer su voluntad, deseo, interés, a expensas del bien común y del sometimiento de muchos a las voluntades y deseos de pocos.
Esto amplifica en el presente la necesidad de resignificar conceptos y palabras para entender lo que nos esta sucediendo y que parte estamos haciendo cada uno de nosotros como individuos y pueblo…
En esto de producir conocimiento y de que ese conocimiento solo es posible en el lenguaje fijando espacios/tiempos para su estudio y experimentación o análisis lógico, he aquí un intento de superación de los conceptos que se utilizaban en los años 70 respecto a “Izquierdas”y “derechas””marxismos” y “liberalismos” o “conservadurismos” y “progresismos” … la propuesta es entonces distinguir neoliberalismo de populismo en América Latina como propuesta, para que en el lenguaje, revisemos las formas de pensar la historia y pensarnos hoy en ella.
Lo interesante es que parecería obvio plantearlo con un sentido de continuidad o linealidad … sin embargo, lo verdaderamente revolucionario de estos tiempos es que las ciencias se logran cuestionar a si mismas e intentan superar sus miradas polares, binarias, como de posiciones antagónicas que no son otra cosa que la deformación de esa necesidad de separar para entender, de detener para medir y controlar, aquello que es humanamente imposible pero que, porque se teme se desea para dejar de temer.
He aquí el elemento disruptivo de estos tiempos … la complejidad, el renacimiento de la búsqueda de cierta “espiritualidad” o pensmientos mas trascendente a los conflictos que nos desbordan y confunden. Deseos de acceder a estados humanos mas plenos y menos confrontativos o que producen conflictos, tensiones, peleas, guerras, sufrimiento …
Entender que, en la posibilidad de distinguir, separar y fragmentar para conocer, esta la posibilidad de “entrelazar” esos conocimientos de múltiples maneras y por ende de intentar equilibrar tensiones que no obedecen a dos fuerzas contrapuestas sino mas bien a múltiples fuerzas o factores que se equilibran de modos recíprocos …
Un cambio en las formas de pensar los conceptos con los que construimos ciencia y conocimiento que permita comprender desde otro espacio los movimientos (tiempos) que fijamos para experimentar y comprender y que no necesariamente tienen que ser confrontativos sino que pueden ser pensados de otras formas … múltiples, diversas, inclusivas … que no extingan los conflictos sino que los reduzcan a equilibrios mutuos, que permitan, en el movimiento, reducirlos lo mas posible …
Frente a esto, desde “Mitologías”, de Roland Barthes, por lo menos, estamos atentos a la manera en que las publicidades trafican -y producen- la ideología de la cultura de masas moderna. Si algo hace bien la lógica del mercado, es producir, a la vez que leer, los imperativos de una época o de un tiempo; los agujeros que hay que tapar indefectiblemente para que no haya angustia y seguir consumiendo o, en rigor, para consumir y tapar el agujero de la angustia. Hace unos días, escuché y vi dos publicidades que remarcan el saber como una cualidad invaluable. La primera es de una empresa de salud que dice “sabemos que sabés” (no me acuerdo qué es lo que sabíamos). Entiendo que una empresa de salud, en este momento en que la salud está siendo el objeto de la incertidumbre, tiene que asegurarse sabiendo incluso lo que no sabe. Pero esa transferencia hacia el saber del otro, ese “sabemos que sabes”, no deja de ser también un poco persecutorio. Y no me parece menor ni casual que en estos tiempos la vigilancia se disfrace de contención. Más tarde, ese mismo día, escuché en la radio el eslogan de una cerveza que dice “saber tiene su recompensa”. Se trata, en esa publicidad, de saber disfrutar. Para disfrutar, hay que saber. Disfrutar y saber: dos imperativos de la tiranía de la felicidad. Y me acordé de otra publicidad que desliza el siguiente sentido común: para saber sobre uno, no hay como las madres. Es la publicidad que anuncia, por fin, el loable programa de reconocimiento de aportes por tareas de cuidado. Y cuyo eslogan es “para las madres que saben todo”. El esperado reconocimiento a esas mujeres no puede publicitarse sin la siguiente ideología: una madre es la que está al tanto de todo, la que sabe todo (¿sólo esa clase de mujeres “merecen” el reconocimiento del Estado?). En la publicidad se ve además cómo ese saber de las madres -presentado como una cualidad- termina silenciando a los hijos. Ellos no pueden terminar de hablar, porque las madres les dicen “ya sé” (hablar por los hijos, hablar en lugar de que hablen los hijos, hablar sobre los hijos atribuyéndoles nuestro saber es, sin dudas, una de las peores cosas que hacemos las madres). Una madre que lo sabe todo: vaya figura. Por otra parte, aprendimos, con el psicoanálisis, que lo más aliviador para un hijo es que una madre -o un padre- no se presente como sabiéndolo todo, que mejor tenga sus pequeñas distracciones, sus desentendimientos. El saber de las madres -o de los padres- en general, y sobre sus hijos, en particular, tiende a resultar aplastante. Acaso la neurosis esté hecha, en parte, de eso mismo. Acaso un análisis se trate de horadar, una y otra vez, ese saber del otro.
“Mi madre siempre fue la dueña del lenguaje.
La guardiana de la joyería verbal, con todas sus prosodias, sus locuciones, sus formas adverbiales, adjetivas, nominales y, sobre todo, adversativas.
Un aula entera de retórica adentro de la niña que yo era”. Escribe María Negroni.
Y también:
“con sus palabras mordaces, que usaba como cuchillos (y a veces como púas delicadas) adivinaba la sombra de las cosas, el sarro del pensamiento (...). Sabía dónde y cómo herir”.
Hablando de madres y de hijas: vi un video filmado por una madre, de una niña que, mientras está en la suya -creo que untando una tostada- canta El amor después del amor, de Fito Paéz y produce un deslizamiento contundentemente bello: en lugar de cantar, como dice la canción, “Nadie puede/y nadie debe/vivir, vivir sin amor”, la niña socrática duda un poco mientras está cantando y dice: “Nadie puede/ y nadie sabe/ vivir, vivir sin amor”. El no saber en lugar del deber, los niños siempre se las arreglan para inventar un modo de correrse del lugar en el que se los espera.
Gracias a Facundo Milman me enteré de que El Talmud dice: “enséñale a tu lengua a decir «no lo sé» para que no se enrede en una telaraña de engaño”. Agradezco esta cita que me suscitó alegría.
El supuesto saber del otro, ese que se presenta sin agujeros, puede resultar por momentos un alivio, pero no deja de ser un narcótico ahí donde obtura las preguntas, ahí donde nos silencia, ahí donde nos hace obedecer despojándonos de la hermosa posibilidad de ir hacia un destino que nunca está escrito.
Guerra y sabiduría
Frente a los argumentos fatalistas de la condición humana que intentan explicarnos que las guerras son inevitables y productos de la “esencia” y “condición” humana, la mitología griega nos aporta dos imágenes bien diferentes del asunto. En la concepción cristiana, del Dios uno, la Guerra es Dios y los ganadores ganan por su voluntad. En cambio en Grecia perciben las tensiones. La vida y la muerte son atravesadas por dos fuerzas que las invaden y producen las diversidades. El Ego y el espíritu comunitario, el “yo” en el “nosotros” o contra “otro”. El asunto define las identidades individuales y colectivas que explican las guerras o las posiciones contraria a ellas.
Atenea vs Ares
No por casualidad la primera es una imagen femenina y la segunda otra masculina. El patriarcado occidental eligió toda la cosmovisión que surge de la figura de Ares y niega o desprecia la que ofrece Atenea …
La diosa Atenea era la diosa mitológica de la sabiduría, pero también el símbolo poético de la razón y la pureza. La diosa Atenea era muy importante para los griegos, ya que la llamaban la diosa de la lucha de la Ilíada, la guerrera defensora, la protectora de la vida civilizada y de las actividades artesanales, etc
La madre de la diosa Atenea
La historia del nacimiento de diosa Atenea es bastante peculiar. Como recordarán, cuándo Zeus nació su madre Rea lo envió a una isla para salvarlo de cronos. Pues bien, en aquella isla, como también quedó contado, Zeus Tuvo una maestra llamada Metis.
Pero dicen las historias que Metis fue mucho más que una institutriz para Zeus. El gran Crónida se enamoró de ella y la hizo su amante. Cuando Metis quedó embarazada, la diosa Gea le informó a Zeus que no podía dejar nacer al bebé porque una profecía afirmaba que una criatura nacida de Metis sería más poderosa y sabía que Zeus y podría destronarlo. Entonces, para evitar que su hijo naciera, se tragó a Metis.
Tiempo después, Zeus empezó a tener fuertes dolores de cabeza, que con los días subieron de intensidad, finalmente el dolor se hizo insoportable, y Zeus le suplicó a Hefesto que con herramientas y le abriera la cabeza para extraer la causa del tormento. Ante los gritos de dolor del crónida, Hefesto no dudo. Tomó su martillo y abrió la cabeza del dios soberano a orillas del Lago Tritón. No había acabado su labor cuando rápidamente salto la diosa Atenea de la cabeza de Zeus.
Era el bebé que esperaba Metis. Como Zeus se la había comido entera, la diosa Atenea pudo nacer dentro de su padre y crecer hasta convertirse en adulta. En ese momento decidió golpear fuertemente la cabeza de Zeus para que la dejaran salir, ella era la causa de Los fuertes dolores.
La diosa Atenea no sólo nació adulta sino que llegó al mundo completamente Armada con casco, armadura y espada.
La sabiduría de la diosa Atenea
Los griegos la señalaron como la diosa de la sabiduría y la invención. Entre los instrumentos a qué dio origen están las flautas y la trompeta, y entre las herramientas, el yugo, el arado y el rastrillo. También se dice que fue ella quien creó las matemáticas y varias de las artes que eran exclusivas de las mujeres, como la cocina, el tejido y el hilado. Fue la diosa Atenea quien diseñó los elementos necesarios para construir una casa y la que proporcionó las ideas necesarias para crear una civilización.
La diosa Atenea era también la diosa de la guerra, pero a diferencia del dios Ares, no peleaba por pelear, sino que planificaba cuidadosamente las batallas como la gran estratega militar que era. Su inteligencia la llevó a ser muy ordenada y sensata en los combates.
La diosa Atenea tenía suficientes motivos de orgullo: La más sabia entre las diosas, muy bella y gran guerrera; quizá por ello fue un poco soberbia y arrogante. Nunca se casó y se mantuvo casta, rechazo a todos los hombres argumentando que ninguno era digno de ella. Las insinuaciones de dioses y hombres le parecían tontas e infantiles. Muchos Inmortales y mortales suspiraban y enloquecía por esta diosa, y fueron varios los que trataron de seducirla, aunque siempre en vano.
La diosa Atenea, la de ojos de lechuza.
La diosa Atenea se le llamaba la diosa ojos de lechuza, no solamente de manera metafórica, para relacionarla con el ave de la sabiduría, sino también porque sus ojos eran de color claro, como el iris de las lechuzas.
Aunque se decía que era belicosa, e invencible conductora de ejércitos, la gran diosa Atenea no gustaba de la guerra. Realmente sólo emprendía una cuando ya no había otra solución, después de haber buscado una salida pacífica al conflicto. Era una diosa justa y misericordiosa. Se le conoce un episodio en el cual los celos pudieron más que su sabiduría.
Ares
El dios Ares era el dios griego de la guerra y quizás el más impopular de todos los dioses olímpicos debido a su temperamento rápido, agresividad y sed insaciable de conflicto. Él sedujo a Afrodita, luchó sin éxito con Hércules, y enfureció a Poseidón matando a su hijo Halirrhothios. Uno de los dioses olímpicos más humanos, fue un tema popular en el arte griego y más aún en la época romana, cuando tomó un aspecto mucho más serio como Marte, el dios romano de la guerra.
El dios Ares
El dios de la guerra fue uno de los pocos hijos que Zeus tuvo con Hera, su esposa. Era el dios de la guerra, pero no de la guerra organizada y planificada sino de la pelea vulgar y violenta. Muy pocos Dioses del Olimpo lo querían, en realidad solo Afrodita porque era su amante, y Hades porque gracias a él muchos hombres morían y llegaban a su reino.
El dios Ares además de su violento comportamiento, su carácter no le ayudaba en el trato con los demás. Era pendenciero, muy temperamental y torpe para todo lo que no fuera pelear; de hecho, se caracterizaba por su poca inteligencia. Sólo hablaba de batallas. Entre los griegos se le llamó el dios Ares funesto, el manchado de homicidios y el demoledor de murallas. Era un loco que no respetaba ley. Al dios de la guerra por lo general lo acompañaba la diosa Eris, que le gustaba difundir rumores, sembraba cizaña en las personas para ocasionar discordias y promover disputas.
También solían estar con él el terror y la fuga, todos necesarios para desencadenar una batalla que beneficiaban al dios de la guerra.
El Dios de la guerra disfrutaba de las matanzas y los saqueos de ciudades. Tenía un corazón inmisericorde y terrible. A pesar de ser muy diestro en el combate, atenea lo derrotó varias veces, ella era mucho más inteligente y perspicaz, incluso para todo lo que tuviera que ver con tácticas de guerra.
En el fondo del asunto validan la idea de la violencia como vehículo o herramienta, solo que para uno es mero ejercicio de poder y para la otra es una herramienta sometida al imperio de la inteligencia que la utiliza para otros fines.
De la dualidad en lo humano
Frente a dos verdades irreconciliables habrá que buscar una tercera que formule una verdad mas alta que haga a las otras dos, insignificantes. Es el principio de cualquier negociación que intente ser duradera y no mero parche o patear los conflictos para adelante.
Es tan inocente pensar en el fin de las guerras, como tan alienante conformarse a ellas y deshumanizante encontrar en ellas respuestas y soluciones a problemas, salvo que, la verdad superior se alcance a través de esa guerra … esa es Atenea. No es esquivar las balas, sino tornarlas inútiles en su efecto final … Es decir ¿Que queda y que se hace con eso que queda después? Para Atenea esto esta en la causa misma de la guerra. Para Ares siquiera importa … el cree en la guerra permanente.
En la inteligencia y la sabiduría, Atenea encuentra esas verdades mas altas que tornan inútiles los argumentos de la guerra. Será tiempo de prestar mas atención a nuestras Ateneas que a los Ares que gobiernan el mundo.
En la maraña de la comunicación humana
La guerra siempre se asocia al caos y a la destrucción, porque en general hablamos de las guerras de Ares y no las de Atenea. En las comunicaciones humanas aparecen los mismos elementos en tensión. Algunos ven la Guerra como el devenir inevitable de conflictos que no alcanzan solución por otros métodos que no sea la violencia y el enfrentamiento armado. Para la inteligencia siempre hay soluciones y la guerra solo es necesaria cuándo la inteligencia no se aplica en ambos lados de la barricada. No se trata de “razón” “verdad” ”justicia”, sino de permitirle a la sabiduría aclarar los razonamientos y los relatos que justifican el enfrentamiento. O la irracionalidad de los mismos y el carácter psicopatico de los que la alimentan.
Cuándo solo importa el negocio y ganar … la guerra es inevitable en todos los niveles y dimensiones de la vida humana. Por eso el problema es la lógica de Ares que impera en el capitalismo y el sometimiento de Atenea a los círculos de científicos e investigadores, periodistas y comunicadores todos bien pagos ellos que alimentan el juego y el sadismo de Ares.
En el discurso bíblico, las guerras de Dios eran contra aquellos que habían sido instados por otros medios muchas veces a dejar sus falsos dioses y a conducirse de modos “no humanos” y “Dios” era el que “iluminaba” las mentes de los jefes guerreros y la victoria era de Dios no de los hombres.
En las relaciones humanas individuales o sociales la posibilidad de la comunicación en la inteligencia y la sabiduría puede producir realidades no violentas. Esto depende de la voluntad de individuos y pueblos de seguir las “Razones” de Atenea o las de “ares”, De escuchar verdades mas altas que superen los conflictos. De proponer opciones a quienes producen males. De usar lo que humanamente nos hace humanos que no es precisamente lo que hace que nos matemos o provoquemos daño unos a otros.
Daniel Roberto Távora Mac cormack
Diciembre de 2022
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